Javier Gómez
A muchos nos gustaba el Desarrollo Organizacional porque defiende que la gestión de las organizaciones se basa más consultar a las personas y dar participación a los agentes implicados, que en determinar de manera tecnocrática, con fórmulas matemáticas y sofisticados procesos, las leyes de la eficacia y la eficiencia.
Esta creencia nos ha llevado al mundo del Desarrollo Organizacional y al Máster en particular, a coquetear de vez en cuando con el pensamiento anti ilustrado y relativista, el que preconiza la crítica a la ciencia y la tecnología, la reivindicación de los otros saberes y que desconfía de los excesos de la razón. Algunos recordamos que el pensamiento mágico se ha colado en alguno de nuestros seminarios, que algún ponente hablaba en el Máster de la música que forman los planetas al moverse y que, como decía en una conferencia nuestro amigo Asier Gallastegi, alguno de nuestros libros de cabecera, en las librerías se ubican en la sección de “esoterismo y autoayuda”.
Pero los tiempos cambian. Ahora la postverdad y la mentira como arma política se ha generalizado. Del sano relativismo de los 90 se ha pasado a los bulos, la falta de rigor y la basura como forma de comunicación, sin que este tipo de conductas tengan sanción pública ni electoral.
El baile de palabras y conceptos que propongo se establece entre los excesos pasados de la razón y la ciencia y sus carencias presentes. Entre los dos extremos de la tecnocracia y la charlatanería. Un baile que nos exige reivindicar el conocimiento profundo, reflexivo, cauteloso y humilde, que llega hasta donde debe llegar, ni más ni menos. Ningún científico puede decir cuál es el gobierno adecuado para un país o una organización (eso lo deciden los ciudadanos y ciudadanas), pero, desde luego, tampoco podemos aceptar que cualquier cantamañanas manipule datos y evidencias, se mueva por rumores, bulos y mentiras, y que nos creamos que eso es “otra posible verdad”.
A ver cómo bailamos esta danza de la epistemología confusa.
Cristina García Rodero, La Colegiala Cuba, 1999.
Comments